¿Pero cómo puedo ser tan zorra?


Todos sabeis que llevo muchos años trabajándome el culo de la perra y dilatando su ojete poco a poco. Al principio no le entraba ni un mísero dedo. La muy guarra gritaba de dolor cada vez que le follaba el culo con mi índice... Pero poco a poco fui haciendo grande aquel estrecho agujero, hasta conseguir que disfrutase más una buena follada anal que una vaginal...

El primer día que conseguí meterle mi polla fue glorioso. Ella estaba a cuatro patas y yo follándola a lo perrito mientras jugaba con mi dedo en su ano. Al final me harté y pensé que ya era hora de que ese apretadito agujero abrazase mi polla. La saqué, la puse en la entrada de su culo e hice fuerza.

 Ella gritaba como un cochinillo en el matadero, pero al final lo conseguí. Sus gritos de dolor me ponían cada vez más cachondo y acabé corriendome dentro, tan abundante, que al sacarla se cayó un chorretón de lefa fuera de su culo que le resbaló por los muslos hasta quedarse quieto sobre su pantorrilla. No tardó ni cinco minutos en confesarme que había sido el orgasmo más intenso de su vida.
 A partir de ese día, no sólo se quejaba sino que hasta me lo pedía. Y cuando yo no estaba, usaba diferentes plugs anales que llevaba durante todo el tiempo que estaba en casa. Y cuando yo sí estaba, me daba su culo para rompérselo una y otra vez. Llegó un momento en que apenas sí quería follar por el coño: le ponía infinitamente más ser poseída analmente.
 Un día, en plenas rebajas, nos encontrábamos de tiendas cuando la cerda, entre tarjetazo y tarjetazo, se llevó las manos a la cabeza.

-¿Qué pasa?-dije yo
- El plug -dijo ella con cara de susto-. He salido con él puesto. Se me ha olvidado quitármelo.
- No pasa nada, así tendrás el culo perfecto cuando lleguemos a casa, para darte tu merecido -contesté.

Cuando llegamos a casa, efectivamente, tenía su culo de zorra abierto a tope, y no tardé en correrme dentro de él. Me seguía poniendo burrísimo ver como después se le escurría hasta mancharle todas las piernas: ya tenía el culo abierto de por sí.
La muy guarra tomó como costumbre salir con el plug, y yo tomé como costumbre follarme su ojete dilatado al llegar a casa. Hasta que un día, al bajarle el tanga, vi que no estaba donde debería.

-¿Con qué derechos te crees para quitarte el plug sin mi permiso?
- No -dijo ella consternada-, no me lo he quitado. Se ha metido entero para adentro...

¿¿Pero cómo puedo ser tan zorra??

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